Cuando fui consciente de que dentro de mi, un espíritu me ofrecía aportar Luz a la Humanidad, tenía apenas 20 años, a cambio me prometía amor, crecimiento y aventuras.
A los 30 años, doy gracias cada día por haber seguido esa llamada interior, pero a medida que he creciendo la Luz que me pide aportar roza mi límite de imaginación, y esta luz que puedo aportar a la Humanidad adquiere nuevas ramas, con sus propias direcciones, objetivos, horizontes y expectativas.
Mi yo de 20 años estaría orgulloso de lo que el arbol y sus ramas han crecido, y de los frutos que han dado, pero no se hace una idea de la complejidad que requiere podar algunas ramas para mantener el equilibrio en todo el arbol en su conjunto.
La fuente de crecimiento y fortaleza de este arbol metafórico se podría resumir en el equilibrio entre:
Tiempo de calidad para la creatividad
Tiempo de calidad para la materialización de la creaciones
Tiempo de calidad para la paz, amor, descanso
Tiempo de calidad para la aventura, juego, disfrute.